Fargo y un propósito: la restauración de un tejido índigo japonés, propiedad del precursor de este pequeño gran proyecto, quien me inspiró tanto como la serie, como cualquier cosa con carácter. Y de repente un pequeño hilo rojo de seda en la trama del tejido.
“Esta es una historia real. Los sucesos que se describen ocurrieron en Madrid entre 2016 y 2017. A petición de la persona que me hizo el encargo he cambiado el nombre del cliente. Por respeto a Noah Hawley, y a Fargo el resto de este post lo cuento tal y como sucedió”.
El año pasado fue un año de cambios, investigar, humildad y pequeños grandes proyectos. Pude extenderme con los procesos, analizar los elementos y disfrutar.
En este trabajo que os muestro hoy, aprendí sobre costura y restauración, también lo hice sobre filosofía, constancia; aprendí de escuchar a la persona que me realizó el encargo, de investigar, de mirar.
Volví a imaginar desde lo real y a creer en el orden de mi caos, en otros conceptos de perfección y en la lógica de lo que en un primer momento parece ilógico.
Proyecto:
Investigar, restaurar y dar un nuevo uso a este paño hecho en boro japonés S.XIX, esta formado por diferentes tejidos y composiciones, algodones y sedas, teñido en varios colores índigo y confeccionado con técnica sashiko.

Hasta ese momento había leído sobre la técnica sashiko, pero estaba por aprender de donde venía, que era un Boro, su uso e historia.

El boro es una prenda utilizada por campesinos, comerciantes o artesanos en el periodo Edo hasta el periodo Showa (más o menos del siglo XVII al XIX). En la era feudal, la mayoría de la clase baja eran campesinos, que no podían adquirir kimonos u obiques propios de la aristocracia. La ropa se hacía a partir de materiales más baratos, pero no por ello menos bellos. El Boro nace bajo la concepción del mottainai, que se refiere al aprovechamiento de las cosas mientras sean útiles. Esta ropa se teje y remienda por generaciones, por lo que tiene una larga historia y describe perfectamente la situación de muchas familias en el periodo feudal.

Después de la explicación de mi austero cliente, investigar sobre la filosofía Mottainai, historia del boro, la técnica sashiko y la tinción del algodón índigo, la curiosidad me llevó a contactar con una persona que se había encargado del desarrollo de vídeos para una exposición de boros en una galería de Tokio. Él hizo que este pequeño proyecto creciese, dentro de sí mismo, llevándome a documentar el proceso mediante fotografía, dibujo y collage (eso y sentir la confianza plena de la persona para la que hice este trabajo).
Dediqué gran parte del tiempo a la observación de la pieza, pensar mediante el tacto como se había elaborado esa construcción a través del tiempo. La vista no lo cuenta todo. Catalogué los tejidos de algodón que formaban este maravilloso collage y diferentes escalas de índigo. Y empecé el camino de la transformación de la pieza.
No voy a extenderme en los pasos ni el proceso porque creo que tanto las técnicas , como la dedicación a restaurar algo así hay que experimentarlo.
Desmonté la pieza cuadrada dividiéndola en dos partes iguales, pasando a ser dos rectángulos prácticamente iguales en medidas. La parte más interesante fue deshacer el sashiko con los dedos, sin tijeras, el hilo de algodón con el que estaba cosido se separaba con facilidad.
Al abrir las costuras podían verse otros pedacitos prácticamente desgastados por el paso de los años, que formaban parte de una unión que daba paso a otra unión. Se apreciaban zurcidos que habían soportado estaciones, uso y formaban parte de esa filosofía y de esa belleza que sólo da el paso del tiempo. A partir de aquí yo puse las manos y la visión, la propia pieza me marcó el camino.
A mitad del proceso, cuando la pieza tenía forma de bufanda y con ayuda de Bentura, la fotografié para crear un registro del proceso, que acabo siendo una acuarela, luego dos y se convirtió en una historia contada con filosofía, historia, costura y collage.

Este proyecto, además de lo que me hizo crecer, llevaba implícito por parte de la persona que me lo encargó amistad, cariño, lealtad y confianza.
Cada cosa que vivo es como este boro, un pequeño pedacito que una persona me regaló en forma de encargo y que ahora es parte de un camino y de una forma de pensar, de hacer y de que amar mi trabajo.

PDT:
Pequeño Gran Placer I :
Casualmente, tiempo después de terminar este proyecto y durante los dos primeros meses del presente año, recorrí el Fargo español (paramo Leones) con mi amigo Hugo varias veces. En nuestros viajes desde mi adorado Madrid, León- Gijón pasando por Benavente, vi varias nevadas en esta carretera y alguna que otra en tren. Si nunca han visto los paisajes nevados de este tramo cojan un viaje en tren un día en un invierno de su vida, Madrid – Gijón, un libro y disfruten. Es uno de los mayores placeres que puede existir, lo dice Hugo, Bentura y la que escribe.
Pequeño Gran Placer II
Cosan con la radio puesta (radio3 o radio clásica a ser posible), una tarde de invierno, con un té con leche y canela. Por si no tienen radio les dejo esta lista.